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Sobre lo queer o la “no-binariedad”

by Camilo Fernández

Mi madre, una de las relaciones que mayor importancia tiene en mi vida, ha estado a mi lado a medida que he ido desarrollando mi relación com mi cuerpo y mi género. Después de almorzar yo trataba de explicarle que si el género fuera un río, con cada orilla representando una de los polos del binario, las personas como yo habitábamos las corrientes profundas e indistintas de ese río. Durante mi niñez tuve la dicha de que mi familia nuclear núnca hizo del género una imposición. Lo que no quiero decir que el género no fuera parte de mi vida durante esos años, sino que no recuerdo que fuera en mi subjetividad un elemento definitivo de quién podía ser.

Con el advenimiento del colegio y luego la universidad, el género comenzó a definir con más fuerza las posibilidades de mi cuerpo y mi subjetividad. A medida que esta fuerza se consolidaba, también se consolidaba una profunda sensación, que por mucho tiempo no pude nombrar, de insatisfacción, incomodidad, rechazo. Los espacios que más disfrutaba era aquellos en los que, en soledad y en la naturaleza, mi cuerpo desde mi y para mí, no tenía que ser ordenado por las imposiciones del binario.

Si al nacer a mi me hubieran puesto en esa orilla, la de los hombres y la masculinidad, muy pronto yo habría hecho un lugar alejándome de ella; primero en las aguas poco profundas y luego más a la distancia, guiado por las corrientes de ese río que es el género y que con dificultad logramos nombrar o distinguir. Ahora, después de muchos años, la orilla que me fue designada es un vestigio que mi cuerpo acarrea. A pesar de que las corrientes que me nutren –la historia personal, mi familia, y quizás por componentes biológicos y fisiológicos–, son las de lo que llamamos lo «femenino»; sé que mi lugar no es el de esa otra orilla, sino en el flujo poco estable del correr del agua. Esta es la manera más sencilla de explicar qué se siente ser una persona no-binaria, algo que otras personas también designan como lo queer o lo cuir.

Sé que estamos en una época donde el esfuerzo prolongado y el sacrificio de tantas generaciones que nos han precedido, han logrado desafiar muchos de los mandatos que el género impone sobre los cuerpos. Hay muchas mujeres y algunos hombres que han logrado desafiar cómo se debe de ver, qué debe de hacer, cómo se debe de sentir ser una mujer y un hombre. Sé que muchas personas han transgredido muchos de los mandatos del género, y relativo a ello, afirmarse como «queer» o una persona «no-binaria» puede parecer como una manera complicada de llamar algo que muchas personas viven. Creo que es cierto que a medida que nuestras conversaciones sobre el género se profundizan y logramos producir otros saberes y otras vivencias, la estabilidad de los géneros, polares y binarios, se irá desdibujando, y creo que la manera en que muchas personas viven su expresión de género es, efectivamente, una manera «cuir» de vivirlo.

Y sin embargo, creo que es importante hacer una distinción, reconocer que las personas que reivindicamos una identidad no binaria no nos referimos solamente a la expresión de género, sino a nuestra identidad, a una serie de experiencias profundas, en la carne y el corazón, que hace que reivindicarnos como el género que nos fue asignado no sea sólamente inadecuado, sino molesto y una fuente potencial de ansiedad y malestar.

Quizás es más sencillo si explico que para mi las identidades queer o no-binarias son parte de la amplia familia de experiencias que se agrupan bajo la categoría de lo transgénero: somos personas cuya identidad y vivencia del género es incongruente con el sexo/género que nos fue asignados. Significa que tenemos una experiencia en común, en medio de la diversidad de personas que reúne esta categoría, y es de experimentar un rechazo del género asignado, de experimentar una filiación con un género diferente, ya sea el género opuesto en el binario, u otro, indefinido e inestable, en construcción.

Creo que esa diferencia es fundamental. Las personas cisgénero, a pesar de la transgresión desde la cual puedan vivir su género, no se van a dormir y se despiertan con cuestionamientos y conflictos profundos respecto de su identidad de género. Significa, por ejemplo, que muchas de nosotros experimentamos disforia y euforia de género: la primera el malestar que se obtiene de que nos traten, nos asuman, nos demanden, de ver que nuestro cuerpo invita ser leído como un género con el que no nos identificamos y que se nos impone forzosamente. La segunda, el placer, la felicidad, de habitar nuestro cuerpo desde la matriz de otro género. Significa, también, que vivimos estas experiencias de una manera diferente de la que lo viven las personas que, siendo trans, tienen una identidad binaria: puede que nuestro cuerpo nos genere ansiedad y deseemos modificarlo, algunas desearíamos tetas donde no las tenemos, otros desean vello facial adonde no está, pero no por ello nos sentimos bien con la idea de que se nos asigne un género, el que sea, del binario.

Así, el concepto «no-binario» es necesario por razones políticas y vivenciales, es una manera entender mejor y dar a entender a otras personas nuestra experiencia con el género: es saber que el binario, con sus rituales, gestos, las expectativas que emplaza sobre los cuerpos y su expresión, sobre las orientaciones y la sexualidad humana, se queda corto. Es saber que en mi cuerpo y en mi subjetividad se reúnen realidades y experiencias cuyo sentido no es retratado por las posibilidades de un mundo que afirma polos opuestos en cuanto al sexo/género. Y me permite, al nombrarlo, encontrarme con otras personas cuya experiencia es similar, construir espacios de apoyo y compañía, ampliar sobre los conocimientos que son relevantes para nuestras experiencias.

Es importante visibilizar la posibilidad de identificarse como una persona no-binaria porque las narrativas actuales sobre el género legitiman solamente las experiencias binarias: el sentido común, incluso en los círculos más progresivos, es que se es hombre o mujer – sea uno una persona cisgénero o transgénero. La consecuencia es que hay muchas personas que transitan a través de su vida sin poder nombrar su experiencia, asumiendo que como las sensaciones de incongruencia respecto de su séxo/género no son incluyen la identificación con el género opuesto en términos del binario, entonces no pueden reclamar una identidad y una expresión más fiel a quienes son como personas.

Para mí no fue posible, por ejemplo, poder entender mis experiencias de disforia mental, social y física, porque no se adecuaban al tipo de disforia que se visibiliza usualmente: aunque sí experimento disforia física y he considerado terapias hormonales, aunque la experiencia de ser tratado como un hombre y ser susceptible del tipo de expectativas sociales, afectivas, eróticas que recaen sobre ellos me produce mucho rechazo, y aunque sé que no soy un hombre, nada de esto apareció en mi experiencia como el deseo de «ser mujer» (no porque haya nada malo en ello, simplemente porque no aparecía en mí el deseo de ser una mujer binaria). Como la narrativa dominante sobre las experiencias transgénero es que debe de existir un deseo marcado por pertenecer al «otro sexo/género», nunca pude nombrar mi experiencia y mi identidad por lo que es. Fue solo hasta que entendí que estas experiencias tienen sentido fuera del marco del binario de género que pude volver a ellas y entender qué significaban para mí. Temo que haya muchas personas que experimentan este tipo de incongruencia entre el sexo/género asignado al nacer que viven en silencio, sin nombrar sus experiencias, sin poder asumir su cuerpo y su identidad desde la autonomía.

He tratado de aceptar y validar mi experiencia y mi existencia como algo enteramente diferente a lo que hasta hoy en día el discurso Occidental sobre la sexualidad y el género ha hecho posible: sé que no soy un hombre, y aunque entiendo mi experiencia como la de una persona trans-femenina, tampoco deseo ser una mujer. Sé que mi cuerpo y mi subjetividad expresan una tercera cosa, que apenas logramos comenzar a nombrar. Eso no hace a una persona no-binaria o queer más o menos legítima que nadie más, pero sí quiere decir que es necesario reconocer que es una variante de la diversidad del género y la sexualidad humana, y que quizás en estas experiencias podemos ver insinuaciones del futuro que el cuestionamiento y la deconstrucción del género puede traer.

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